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19 septiembre, 2024
Polémicas

La destrucción de la identidad en Nuevo México.

Por Juan C. Lopez Lee

La nota publicada por el periodista Luis Fajardo en los medios de BBC Mundo bajo el título ¿Hablas español? | “No somos mexicanos sino los europeos más antiguos de EE.UU.” merece una respuesta.

El 18 de julio de 1846, las fuerzas del general Stephen Kearny ocuparon Santa Fe en el marco de la Intervención Norteamericana.

Con la clara intención de anexar el territorio a Estados Unidos, los nuevos ocupantes nombraron como gobernador del territorio a Charles Bent, un estadounidense que adquirió la nacionalidad mexicana al casarse con una nativa de Nuevo Mexico.

Con el afán de calmar a la población, Bautista Vigil escribió a Keaeny en nombre de las antiguas familias españolas poseedoras de la tierra, la siguiente proclama:

Para nosotros el poder de la República Mexicana ha muerto. Pero a pesar de su condición, era nuestra madre. Que niño no derramaría abundantes lágrimas ante la tumba de sus padres.

Jamás hubo duda alguna de que México fue sucesor legítimo del Imperio Español. Pese a la anarquía y el desgobierno que prevalecían en los primeros años de la independencia, ningún movimiento criollo se basó en la idea de constituir una colectividad separada.

Y menos en Nuevo México, donde ni siquiera la promesa hecha por los ocupantes estadounidenses de impedir las incursiones de bandidos apaches que los propios filibusteros de Estados Unidos financiaban, fue suficiente para convencer a la población.

Mientras que en muchas zonas del territorio mexicano, las autoridades entregaron las plazas a los ocupantes anglosajones sin disparar un solo tiro, los nuevomexicanos no permitieron que la ocupación fuese pacífica.

Cuando Kearny partió hacia el sur, las familias de origen español, los indigenas de las localidades y los sacerdotes organizaron un levantamiento que inició el 19 de enero de 1847.

Ese día, los patriotas dieron muerte al gobernador espurio Charles Bent, que por años fingió aceptar las leyes mexicanas y adoptar nuestra cultura para después volcarse contra la hospitalidad del pueblo.

Tras cruentas batallas en Arroyo Hondo, Mora, Paso del Embudo, Santa Cruz de la Cañada y finalmente en el Pueblo de Taos, las tropas invasoras se impusieron con muchas bajas.

No somos mexicanos, somos europeos

Luego de la anexión de Nuevo México a Estados Unidos, las nuevas autoridades desarrollaron una política sistemática para minar la identidad mexicana y evitar posteriores rebeliones.

En principio, decenas de familias fueron trasladadas a Colorado para conformar las comunidades de Alamosa, Antonito, Conejos, San Luis y Manassa.

Posteriormente, se establecieron internados propios para los niños indigenas en los cuales se fomentaba el protestantismo y se disuadía el uso de sus lenguas o prácticas medicinales.

Por invitación de Estados Unidos, el Vaticano nombro al frances Jean-Baptiste Lamie, liberal y masón, como nuevo obispo de Santa Fe para suprimir las cofradias indigenas e implantar la cultura anglosajona.

En todo esto podemos ver una deliberada intención de suprimir la union entre criollos, mestizos e indigenas que dio pie a la construcción del Mexico moderno.

Tras décadas de políticas forzosas de angloamericanización, los ocupantes solo volvieron a fomentar la hispanidad cuando tuvieron una camada de historiadores y promotores culturales dispuestos a difundir su versión sectaria de la historia.

En efecto, historiadores como Orlando Romero no hacen otra cosa sino repetir que ellos no son mexicanos, que son españoles.

Pese a lo estipulado en el Tratado de Guadalupe Hidalgo, cientos de familias hispanas y comunidades de Nuevo Mexico perdieron sus propiedades a manos de especuladores estadounidenses.

El artículo de Luis Fajardo en BBC Mundo ni siquiera menciona el método violento e inaceptable del que se valieron los actuales ocupantes de Nuevo Mexico para incorporarlo a su territorio.

Un pueblo sin memoria es un pueblo condenado a desaparecer.

Por eso recordamos a los mártires olvidados. A Tomas Romero, Manuel Cortes y Jesus Tafoya, que en defensa de la nacionalidad y la patria ofrendaron su vida en el Pueblo de Taos.

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