Por Juan C. López Lee
Pasan y pasan los días porque ese es precisamente la idea: dejar que el asunto se olvide, dejar que el tema se pierda en medio del amarillismo y de los “testimonios” de quienes dicen haber participado en ritos satánicos con brujas para uno u otro cartel. El propósito es desactivar la indignación social y eso es algo en lo que los promotores del oficialismo están muy versados.
Paradójicamente, los últimos meses han sido una larga sucesión de victorias por parte del narcoestado, que a través de una falsa oposición pretende que la indignación popular se apague, pues esta no hace sino alimentar las exageraciones. Los hallazgos en Rancho Izaguirre, dados a conocer por el Colectivo de Guerreros Buscadores y dónde salieron a la luz los numerosos restos humanos calcinados, con prendas de personas desaparecidas y demás, ahora son catalogados oficialmente como un “montaje” de la “oposición” gracias a la cobertura amarillista en redes mientras las autoridades de Jalisco permanecen sospechosamente incólumes. En teoría, “no ha pasado nada” y de esta forma pretenden dar carpetazo a un asunto que en vez de propiciar la renuncia de buena parte de los gobernadores y autoridades de nuestro país, seguramente será relegado al campo de las historias sensacionalistas sobre ocultismo y brujería.
Y a la par de todo esto, el gobierno ha logrado desmantelar lo poco que quedaba de las estructuras que defendían a la población de los abusos de los monopolios ligados al régimen. Los organismos autónomos ya son cosa del pasado. El INE es ahora un instrumento para servir al régimen. Al haber designado a Claudia Sheinbaum en la Presidencia de la República, que es mucho más agradable para el gran capital que Monreal o Marcelo, el obradorismo logró cooptar al empresariado, que ahora cabildea en Estados Unidos con la administración Trump, abogando por el gobierno actual. El mensaje de Sheinbaum es claro: “me comprometo a que no entre tanto fentanilo a Estados Unidos a cambio de que no cuestionen a mi gobierno por las masacres, la inseguridad y la destrucción del tejido social en mi país”. ¿Es esta la actitud de una persona patriota? ¿No se supone que Morena luchaba por los pobres?
En efecto, es imposible desvincular al tema del narcotráfico de los poderes fácticos que lo representan. A lo que voy, es que nuestro país está controlado por las mafias. Los gobiernos municipales en muchos casos son puestos por los propios carteles y en aquellos casos en que todavía se conserva cierta autonomía, las administraciones, alcaldes e incluso los trabajadores de la nómina municipal se ven obligados a “mocharse” con cierta cantidad a cambio de que se les permita laborar en sus ayuntamientos. El sistema financiero, que en teoría debería de estar blindado contra el auge mafioso, está totalmente a su servicio, pues no ha habido ni una sola medida encaminada a evitar que la mafia continúe circulando dinero a diestra y siniestra, comprando autoridades, extorsionando a las demás y moviendo los jugosos fondos provenientes del secuestro, la trata de personas y el tráfico de drogas en México y en otros países. Durante décadas, las administraciones locales y federales se han dedicado a fingir que combaten la criminalidad siempre que esto perjudique exclusivamente a los carteles rivales y no a aquellos a los que sirven. El sector empresarial es también un actor silencioso, pues todo mundo sabe que las grandes cadenas están pagando piso.
El narcoestado es además un sistema represivo y explotador que saquea impunemente los recursos naturales de nuestro país, pues es innegable que las grandes compañías mineras, farmacéuticas y los intereses inmobiliarios se encuentran íntimamente ligados a la operatividad de los carteles, que los cobijan a través de verdaderos fuerzas paramilitares al servicio de la gran finanza internacional y de unos cuantos malos mexicanos que fungen como sus administradores a cambio de una vida de privilegios y explotación. Hoy, cientos de comunidades en nuestro país padecen la depredación ecológica a cargo de estos grandes monopolios, que reprimen y oprimen a la población local mediante el asesinato, la tortura o la desaparición forzada. Sin embargo, los principales actores políticos se ocupan más de cuestiones tangenciales que de lo que verdaderamente importa.
En este sentido, creo firmemente que debemos defender la vida desde el momento de la concepción hasta la muerte natural. Sin embargo, el nacionalista no es un conservador tal como se entiende esa palabra ahora. En verdad, es deplorable que desde el conservadurismo y desde la derecha no haya habido ninguna respuesta firme ni un respaldo verdadero a la causa de las madres y padres de familia que luchan para encontrar a sus hijos y que se han enfrentado a todo un laberinto burocrático a cargo del narcoestado. Ciertamente, es loable que luchen contra el aborto pero la vida de quienes ahora son mayores y están de pie, buscando el pan de cada día, también merece protección.
El Frente Nacionalista de México, atendiendo esta situación se ha vinculado y opera de manera discreta para prevenir la venganza de los poderosos. Sin embargo, urge la presencia de actores políticos como Eduardo Verástegui, como Lili Téllez o como Carlos Leal, que tienen los medios y la fama como para emprender una cruzada a favor de la defensa de la vida de los trabajadores, de los jóvenes y de los niños de nuestro país.