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Después de las Elecciones Presidenciales de 1988, México vivió su propia versión de los cambios que tuvieron lugar en el mundo a raíz de la caída del bloque soviético.
Al igual que en otros paises con regímenes similares, el antiguo partido único fue reemplazado por tres: el de centro-derecha (PAN), el de centro-centro (PRI) y el de centro-izquierda (PRD).
Cuauhtemoc Cárdenas tomó la bandera de las viejas reivindicaciones revolucionarias, defendiendo las estructuras económicas que trajeron la paz y la estabilidad al México del Siglo XX.
Tras su última candidatura presidencial en el 2000, el anticuado discurso revolucionario perdió adeptos. La facción de Jesús Ortega, mas ajustada a la realidad de los poderes mundiales, tomó el control del PRD.
Fue así como la defensa del petróleo, la soberanía nacional y la rectoría del estado cedieron paso al feminismo, la ideología de los derechos humanos y el movimiento LGBTI. La CDMX se convirtió entonces en el foco de la modernidad en México.
En el 2000, Cárdenas reprochó a los “Chuchos” haber usado al cardenismo como escalón para apuntalar a la izquierda liberal. Ahora, los Chuchos acusan a Andrés Manuel de aprovechar el modelo de libertades individuales implementado por ellos en la capital como escalón para restaurar al viejo priismo.
Sea como sea, Morena es el espejo del PRD. Una vez agotado el modelo populista (o el dinero que lo sustenta), Morena estará condenado a ser otro partido progresista a favor de las libertades individuales.
Pero sea como sea, por mas que podamos ser disidentes sociales y adversarios de lo que hay ahora, los padres fundadores del México actual, “progre” y moderno son Jesús Ortega, Rosario Robles, Patricia Mercado y el resto de sus compañeros. El modelo de sociedad que implantaron es dogma de fé para la clase política presente.
Quien se atreva a decir que no existe un pensamiento dominante o que derechas e izquierdas no son lo mismo, no ha aprendido las lecciones de la historia.