Documentos básicos

Declaración de principios

I. LA VOLUNTAD NACIONAL ES EL CUMPLIMIENTO DEL DESTINO HISTÓRICO DE UN PUEBLO

Concebimos a la nación como una entidad dotada de fuerza espiritual propia y no como simple producto de la evolución histórica o las relaciones económicas. Por tanto, somos contrarios a la república liberal y su concepto materialista de nación, sustentado en la idea de “un contrato entre individuos”. México tiene una misión histórica que aún no se cumple, pues hemos sido saboteados por fuerzas ajenas a la voluntad nacional. Nuestras acciones futuras deben orientarse a la restauración de esa misión histórica, eje sobre el cual descansará todo aspecto de la vida colectiva de nuestro pueblo.

II. MÉXICO ES UNA NACIÓN FINCADA EN LA SANGRE, EL SUELO Y EL ESPÍRITU

La patria es una comunión de generaciones. Luchamos por la nación mexicana y por los que en ella viven, por los que nacerán en el futuro, por el honor de sus héroes y ancestros. Reconocemos en las mayorías del país a un pueblo rasgos mayoritariamente indígenas, al cual se excluyó completamente de nuestra evolución histórica. Por ello, reivindicamos el concepto de indianidad positiva como el camino más adecuado para impulsar el liderazgo de México como parte del mundo hispanoamericano. Creemos que el pueblo mexicano tiene derecho a asumir el control de su destino colectivo y labrar su propia historia. Por eso repudiamos cualquier intento de nuestros adversarios por atribuir a nuestro nacionalismo, las responsabilidades históricas de otros movimientos nacionalistas en otros lugares y en otras épocas.

III. LA CONCIENCIA DE NACIONALIDAD ES EL MOTOR DE LA CULTURA

Creemos en la conciencia colectiva de unidad, en torno a un destino común, como la verdadera fuerza detrás de la construcción de imperios y civilizaciones, por encima de la geografía o los recursos naturales. Como ejemplo de ello están aquellos pueblos que han perdurado a pesar de no contar con territorios vastos ni ricos o el de aquellos imperios de pasado que han perdido la energía creadora de sus ancestros, quedando sumidos en la medianía. Por eso visualizamos una sociedad basada en el desarrollo de expresiones ideológicas, culturales e institucionales surgidas del espíritu creador de nuestro pueblo, orientadas al enaltecimiento de la estirpe y la defensa de su espacio.

IV. EL ORGULLO NACIONAL ES UN FACTOR CLAVE PARA EL DESARROLLO DE UNA COLECTIVIDAD

Ninguna gran civilización prosperó solo en base a la abundancia de recursos naturales y económicos, sino en base a un espíritu altruista que motiva al individuo a sacrificarse por sus semejantes. Como alternativa a las fuerzas internacionales que pretenden imponernos una república universal bajo un banal concepto de “ciudadanía”, los nacionalistas visualizamos una sociedad identitaria donde cobren vigor nuestras lenguas regionales y expresiones culturales. Queremos una patria libre donde cada mexicano se sienta orgulloso de sus orígenes, superando para siempre ese complejo de “vencidos” y “conquistados”, que ha sido la causa fundamental de nuestro fracaso.

V. EL ESTADO IDEAL ES LA MANIFESTACIÓN VISIBLE DE LA VOLUNTAD NACIONAL

La voluntad nacional puede definirse como la protección de la identidad del pueblo, la soberanía de la nación y la sana conquista de su espacio de vida. Por tanto, el Estado no es una simple autoridad de gobierno que mantiene el orden por medio de la fuerza. Tampoco es por si mismo el creador de culturas o civilizaciones, sino una manifestación de la conciencia colectiva del pueblo y una estructura visible al servicio de la voluntad nacional. En este sentido, nuestro nacionalismo rechaza toda forma de explotación social dogmática o totalitaria, y consecuentemente, se opone también a los sistemas capitalista y comunista.

VI. EL ORDEN NATURAL ES LA BASE DEL ORDEN SOCIAL

Nuestro hogar común es la tierra (Nezahualcóyotl). Por eso somos contrarios al materialismo, que surgió cuando los griegos y los romanos divinizaron al ser humano (antropocentrismo). De igual forma, rechazamos la deformación que se hizo del pensamiento judeo-cristiano, otorgando al ser humano la categoría de “señor” sobre todo lo que existe, avalando la explotación inmisericorde de toda criatura o recurso natural presente en la faz de la tierra. Conforme al espíritu de lo “comunitario” y lo “colectivo” que caracteriza a nuestros pueblos originarios, es necesario comprender que somos custodios, no dueños de lo que existe. Nada que sea contrario a las leyes naturales puede ser benéfico para la humanidad, pues constituye un desafío a la Creación y su equilibrio.

VII. EL ORDEN MORAL GARANTIZA LA CONSERVACIÓN DE LA ESPECIE HUMANA

La ciencia misma ha demostrado que cuando un mal se generaliza en una especie sin que esta lo detenga de forma consciente, la propia naturaleza intervendrá de manera implacable, con resultados impredecibles. En este sentido, es innegable que la epidemia que ha devastado al mundo desde los ochentas (el SIDA), es el resultado de una inadecuada conducta de los seres humanos con respecto a su sexualidad, su convivencia y sus cuerpos. Para vergüenza de las ideologías modernas, el orden moral ha demostrado ser el medio infalible para orientar a la humanidad al cumplimiento de las leyes naturales que garantizan su supervivencia. Por ese motivo, respetando el derecho inviolable a la libertad de toda consciencia frente a los dogmatismos, nuestro nacionalismo alienta a la sana práctica de una creencia religiosa por encima de toda forma de ateísmo y materialismo. Promovemos también el enaltecimiento de la ética y la belleza por encima de cualquier tradición religiosa de arraigo popular sustentada en la ignorancia o la decadencia.

VIII. LA PLURALIDAD ES UN PRINCIPIO DE LA NATURALEZA

Creemos en la diversidad de la especie humana, la cual se constituye en hombres, mujeres, naciones, pueblos e individuos con características distintas que nos permiten reconocernos los unos a los otros. Por ende, rechazamos la falsa idea de la igualdad absoluta entre los seres humanos, la cual pretende colocar en un mismo nivel al mal con el bien, o a la podredumbre con la grandeza. Nuestro socialismo, entendido como un socialismo anti-igualitario y jerárquico, implica otorgar a todos las mismas oportunidades para desarrollar plenamente su personalidad en cada dimensión, eliminando así las causas que históricamente han perpetuado la inequidad, la discriminación, el odio y la explotación. Conforme al postulado de Morelos, el único criterio que deberá distinguir a un ciudadano de otro, será la diferencia entre el vicio y la virtud.

IX. LA PROPIEDAD ES LA ESENCIA DE LA COMUNIDAD HUMANA

Para los nacionalistas, el fundamento esencial de una sociedad sin explotadores ni explotados, consiste en un justo equilibrio entre el bienestar colectivo y el progreso individual. Por eso rechazamos el concepto greco-romano de propiedad, que considera a la tierra y los recursos naturales conforme a un criterio utilitario de “uso y abuso”. De igual manera, somos contrarios al planteamiento comunista o anarquista que pretende suprimir la propiedad privada por la fuerza, pues si todo perteneciera realmente a todos, cada quien tomaría para si lo que pudiese, provocando el caos. Concebimos entonces a la propiedad como un instrumento que incentiva al trabajo al otorgar valor tangible al esfuerzo personal de todos, salvaguardando el bienestar general frente a los que abusan de los más débiles, pero también con respecto a aquellos que buscan adueñarse de lo que no les pertenece.

X. EL HOMBRE NUEVO ES EL INSTRUMENTO DE LA RESURRECCIÓN NACIONAL

Toda obra inmortal en el campo de la política, la arquitectura, la ciencia y el arte, se remonta a la acción consciente de personas, que hasta nuestros días, permanecen vivas en la memoria de la humanidad al haber aportado su personalidad. La época actual, desgraciadamente, se encuentra marcada por la ausencia de individuos dispuestos a asumir una responsabilidad real frente a la historia y a sacrificarse en aras del porvenir de su pueblo. Por ende, debemos considerar al ser humano como fin y no como medio, reconociendo al principio de la personalidad como un atributo que hay que cultivar para que las nuevas generaciones de mexicanos, encarnen lo mejor de nuestros orígenes guerreros y conquistadores.

XI. EL PRINCIPIO DE LA JERARQUÍA ES EL FUNDAMENTO DE LA ORGANIZACIÓN SOCIAL

Las grandes obras de nuestra civilización no surgieron gracias a los votos de una masa “amorfa” o una “cifra” carente de vida, ideas y voluntad. Por el contrario, fueron el resultado del genio y la acción consciente de una minoría orientada hacia la consecución de un ideal. Por tanto, no creemos en una democracia que exenta al gobernante de toda forma de responsabilidad, considerándolo como un el mero ejecutor de los caprichos de una mayoría de votantes, convirtiendo al poder público un foco de pequeñez y mediocridad. Por el contrario, visualizamos un orden social con instituciones administradas por los elementos más capaces y talentosos de la comunidad nacional, con base a sus méritos. Creemos también en un poder social basado en la inteligencia colectiva, sustentado en la participación sociocrática de sus miembros para que la discrepancia, la crítica y la diversidad de posturas hagan del pueblo un protagonista en la construcción del nuevo Estado.

XII. LA ECONOMÍA ES EN SI MISMA UN MEDIO Y NO UN FIN

Los nacionalistas reconocemos al trabajo como fuente esencial de toda riqueza. Por tanto, somos enemigos de los sistemas de explotación capitalista y comunista, que consideran a la economía como un fin en sí misma y no como un medio. Aspiramos entonces a la construcción de una economía plural, donde los medios de producción sean administrados directamente por los miembros de la comunidad nacional, impulsando las actividades de pequeña escala en el comercio, la industria artesanal y los servicios. Visualizamos una sociedad socialista donde el estudiante, el ama de casa, el trabajador, el campesino, el obrero, el intelectual, el artista y el mexicano de la tercera edad, puedan desarrollar su creatividad sin obstáculos. Ante el falso camino del estatismo y la burocracia, los nacionalistas alentamos al emprendedurismo y al espíritu empresarial. Frente a la infamia de la usura, la especulación y el egoísmo, alentamos a la responsabilidad social.

XIII. LA GRANDEZA IMPERIAL ES MANIFESTACIÓN DE LA VOLUNTAD NACIONAL

Reivindicamos a la nación mexicana como un verdadero Imperio, pues la grandeza imperial no es otra cosa sino la voluntad de un pueblo para defender su identidad, conseguir su libertad y conquistar un espacio justo en el mundo. Sin embargo, nuestra frontal oposición a la república liberal no implica una añoranza hacia las instituciones monárquicas de antaño. Lejos de satanizar una u otra forma de gobierno, creemos en un orden político que otorgue la función pública a los mejores y mas capaces elementos de nuestra sociedad. Nacimos a la vida independiente como un Imperio continental cuya gran extensión territorial nos prometía prosperidad y dominación. Enseñar a las nuevas generaciones sobre la grandeza que perdimos, es condición necesaria para restaurar el orgullo nacional, pues no se puede amar lo que no se respeta ni se puede respetar lo que no se conoce.

XIV. LA UNIDAD DE PROPÓSITO ES UNA CONDICIÓN NECESARIA PARA LA TRANSFORMACIÓN NACIONAL

Estamos convencidos de que la resurrección nacional no es ni debe ser tarea exclusiva de un partido político o de un gobierno. Tampoco se conseguirá mediante la restauración de criterios dinásticos obsoletos, ni promoviendo sectarismos religiosos o defendiendo privilegios particulares derivados de los negocios. Nuestro nacionalismo reconoce la existencia de agrupaciones y partidos que expresan opiniones diversas, las cuales tienen derecho a ser escuchadas e integradas en un gran proyecto nacional que termine con los egoísmos de grupo o de clase. En este sentido, la única revolución aceptable para nosotros es la revolución nacional, impulsada por una minoría idealista que impulse la creatividad y acción permanente de personas y grupos, reconociendo su autonomía y su derecho a tomar sus propias decisiones, apelando a lo mejor de nuestros orígenes guerreros y conquistadores.

XV. LOS HIJOS DE UN PUEBLO CON ORÍGENES COMUNES DEBEN ESTAR UNIDOS BAJO UNA SOLA PATRIA

Cemanahuac, la América Septentrional de Morelos, corresponde en mayor o menor medida, a la extensión del Imperio de Iturbide. Si la desunión del pasado no nos permitió organizar la defensa de la integridad territorial de nuestra patria, este es el momento de restaurarla. México y Centroamérica son una misma nación, fracturada por viejos oportunismos. Restablecer la unidad política con América Central debe ser entonces el primer objetivo de nuestras relaciones exteriores y el primer paso en el engrandecimiento del mundo hispanoamericano. De igual manera, el territorio al norte del Río Bravo, cedido a Estados Unidos en los Tratados de Guadalupe-Hidalgo, debe permanecer en el recuerdo del alma nacional. Nuestro nacionalismo exhorta a la participación popular democrática, con miras a desterrar para la mediocridad y el entreguismo en la sagrada Tierra del Anáhuac.

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