En mas de una ocasión, se ha catalogado al Frente Nacionalista como partidario de grupos religiosos, lo cual solo es verdad en el sentido de que la mayoría de nuestros miembros somos creyentes en una u otra religión. Sin embargo, es mentira en el sentido de que no avalamos ninguna forma de supremacía religiosa,.
En el caso particular del cristianismo, aún reconociendo su importancia, las traiciones del Vaticano a sus feligreses mexicanos a lo largo de la historia (como en el caso de la Guerra Cristera, por ejemplo) nos dan a entender que una jerarquía religiosa es vulnerable a agendas políticas e intrigas internacionales.
A pesar de las conquistas en materia de tolerancia religiosa, una vez conseguida la separación Iglesia-Estado, los grupos de presión anti-religiosos pretenden lanzarse mucho mas allá, exigiendo que se eliminen completamente los preceptos morales y religiosos, no solo en cuanto a la vida pública sino también en lo que respecta a la cultura, las tradiciones y la convivencia.
Los antiguos mexicanos con ancestral sabiduría, consideraban a la mente humana como el reflejo de un universo cuyo principio creador se revelaba solo a través de la creación, mediante fenómenos naturales o astronómicos que podían tener una representación personal, ayudando así al ser humano a entender mejor sus emociones.
La tierra, la naturaleza y la espiritualidad son de hecho parte de un todo. Eliminar la fe de la vida del pueblo representa una degradación de la naturaleza humana.
Por mas que el ateísmo y la irreligiosidad parezcan opciones progresistas que salvarán a la humanidad de todos los males que la aquejan por culpa de las religiones, la realidad es que ni el ateísmo ni la irreligiosidad han logrado resolver uno solo de ellos.
En la práctica, ningún sistema político antirreligioso se ha caracterizado jamás por ser un baluarte de paz y tolerancia. Mas aún, han sido causa de guerras, han destruido culturas y han arruinado sociedades al por mayor.
La Revolución Francesa, la Revolución Rusa, la Revolución Mexicana y la “Revolución Consumista” de la actualidad, son un claro ejemplo de ello.
Aún respetando el derecho de los ateos y los agnósticos a no creer en una u otra creencia, los nacionalistas consideramos que es mucho mejor “creer en algo”, ya que ninguna civilización grandiosa fue construida jamás en base a la negación de la metafísica y la espiritualidad.
Hoy en día, los cultos sangrientos, la charlatanería, el comercio de la fe y la intromisión del gobierno en temas como el matrimonio y la vida familiar, que ya han sido ancestralmente legislados por la ley natural, es un riesgo para el ejercicio libre de la libertad religiosa en nuestro país.
La aconfesionalidad y el carácter laico del Estado no tiene nada que ver con la idea de hacer del pueblo un “pueblo laico” sin convicciones religiosas.
Por eso es necesaria la regulación financiera de las asociaciones religiosas, siendo también inaceptable la falta de solidaridad nacional a cargo de algunas minorías extrañas, que disfrazan su notorio separatismo cultural y su evidente actitud de supremacía racial bajo la fachada de una “confesión religiosa”.