México reducido a un pedazo de papel.

Actualmente, la Constitución otorga la nacionalidad mexicana a cualquiera que nazca en territorio nacional aunque sus padres sean extranjeros. Así mismo, cualquier iberoamericano puede solicitarla por el solo hecho de haber vivido dos años. Otros extranjeros pueden hacerlo después de cinco años de residencia continua en nuestro país. ¿Son suficientes dos o cinco años para amar otro país y convertirlo en el tuyo? ¿Es suficiente ese tiempo para convencerse a uno mismo de que el país adoptado lo será para toda la vida? Evidentemente no.

La naturalización se ha convertido en un mero trámite legal para futbolistas mediocres y vedettes televisivas cuyo talento no les alcanzó para brillar en sus países de origen. En otros casos, inmigrantes haitianos apuestan por casarse con mujeres mexicanas para cruzar a Estados Unidos con mas calma. Nuestras leyes permiten que otros abusen de nuestra hospitalidad. El extranjero productivo, que quiere y ayuda a los mexicanos, es hostilizado y extorsionado. Esto es inaceptable.

Globalización y desarraigo

En el sexenio de Zedillo, nuestro gobierno aprobó una reforma que permite a los connacionales tener la nacionalidad de Estados Unidos sin perder la nuestra. Luego de varias décadas, la Secretaría de Relaciones Exteriores presenta el tema de este modo: tener doble o múltiples nacionalidades puede traer algunos beneficios tales como oportunidades de empleo, beneficios sociales (tales como educación, cuidados médicos, pensiones), atribuciones de propiedad o derechos de residencia irrestricta.

El modo de vida estadounidense es diametralmente opuesto al nuestro. Su cultura se basa en el cosmopolitismo, el progreso material, el individualismo y el endiosamiento del mercado. Si la movilidad laboral del mundo moderno ha desarraigado a miles de connacionales que viven en Estados Unidos o en otros países, ¿qué podemos esperar en el caso de sus descendientes “deportados” a México?

Doble nacionalidad o anti patria

Como consecuencia de ASPAN y otros acuerdos de cooperación, el gobierno de Estados Unidos envió instructores mexicoamericanos para “capacitar” a los diversos cuerpos de seguridad mexicanos. Con ellos se han importado disciplinas y prácticas contrarias a la tradición militar mexicana. La meta que persiguen es integrar a las fuerzas armadas de nuestro país dentro del programa continental de seguridad de los Estados Unidos, so pretexto de combatir el narcotráfico o el terrorismo.

Además, gracias a la doble nacionalidad, miles de mexicanos han ingresado directamente a las fuerzas armadas de Estados Unidos. Tales mercenarios, qué prefieren servir a Estados Unidos por conveniencia económica, a la postre pueden terminar uniéndose al crimen organizado, qué se beneficia enormemente de los conocimientos militares aprendidos en el ejército de una gran potencia internacional. De hecho, varias mafias que hoy asesinan mexicanos en nuestro territorio, tienen en sus filas a personas entrenadas en Estados Unidos.

“Mexicanos” en el Ejército de EE.UU.

Para el hombre occidental, la cultura grecolatina es base de la vida nacional. Para el hombre asiático, lo es el taoismo y el confucianismo. Para el subcontinente indio, lo es el dharma. Esto no ha cambiado con el advenimiento del cristianismo y de la modernidad. ¿Por qué se niega al mexicano una base filosófica propia si los valores toltecas han estado siempre en medio de nosotros? México es una nación pluricultural sustentada en la forma de vida y tradiciones de sus pueblos indígenas. Somos parte de la patria grande iberoamericana. Nuestra pluriculturalidad, a diferencia del multiculturalismo moderno, es identitaria. Nuestra identidad ha sido esencialmente la misma pese a la migración a nuestro país de comunidades libanesas, chinas, japonesas, italianas y francesas. La notable presencia africana en Veracruz, Oaxaca, Guerrero y otras zonas costeras, no altera la realidad de las cosas sino todo lo contrario: enriquece el panorama regional de nuestra nación como comunidad de comunidades. México es el país de los mexicanos y debe seguirlo siendo en el futuro. Defender nuestra identidad no es racismo.