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El estado al servicio de una mafia ideológica.

Por Luis Muñoz Cortes

Ya van muchos días desde que una banda de feministas y anarquistas ocupó el edificio de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.

Evidentemente se trata de un acto de naturaleza delictiva que debería haberse castigado desde el principio y que, pese a todo, recibe la tácita aprobación del gobierno conforme a un criterio totalmente discrecional.

Desde esa perspectiva, quienes delinquen en nombre de las ideologías de moda están exentos de ser castigados pese al hecho de que sus actos contravienen la ley de manera franca y abierta

Eso está más que claro desde el momento en que las feministas pueden refugiarse en su condición de mujeres y “víctimas” para cometer delitos con anuencia del régimen mientras los agricultores chihuahuenses, cuyo movimiento se ha contaminado por la presencia de la disidencia controlada, son reprimidos con particular dureza y severidad.

Hipocritas, dos caras.

La doble moral de la falsa democracia queda de manifiesto desde el momento en que, so pretexto de proteger la virtud de la tolerancia y los valores de la convivencia democrática, se pretende castigar o censurar toda propuesta “autoritaria” o “antidemocrática” siempre y cuando ésta sea análoga al nacionalismo, al fascismo o al conservadurismo social, pero no al revés.

Para los amantes de la democracia, se debe castigar lo anterior pero no a quienes desde el bando contrario, en el campo de la izquierda, emplean armas urbanas, organizan grupos de choque, vandalizan instalaciones públicas e invitan activistas extranjeros a participar en sus actos delictivos.

La partidocracia mexicana demuestra aquí una orientación cargada hacia un solo lado, completamente alejada de la imparcialidad jurídica que debería estar presente en el estado cuando se trata de preservar derechos básicos y sancionar los crímenes, sea cual sea su orígen.

Por si fuera poco, esta miserable pseudomoral antifascista trasciende ya las fronteras de lo estatal, como lo vemos en el caso de la comercializadora de Volkswagen desafiliada por su casa matriz.

El hecho de que una internauta ociosa se quejara de la distribuidora automotriz por tener en su local una fotografía relacionada con el régimen nazi, qué pertenece al pasado histórico de la propia compañía, fue mas que suficiente para dejar sin empleo a decenas de personas en medio del linchamiento mediático.

La miseria del antifascismo no tiene límites. Es absurda e ilógica como todo lo que nos rodea en un mundo donde prevalece la vulgaridad y la pequeñez mental.

 

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