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Costa Rica y la abolición del ejército.

El primero de diciembre de 1948, Costa Rica celebraba el fin de su Guerra civil y el inicio de la llamada Segunda República al mando de José Figueres Ferrer, el nuevo caudillo de la Costa Rica democrática.

En aquel breve conflicto armado, los demócratas de “Don Pepe” derrotaron a la facción encabezada por el ex presidente Rafael Ángel Calderón Guardia, representante del catolicismo social, que tenía el respaldo de nacionalistas y comunistas por igual. Del otro lado, cómo era de esperarse, estaban todos los centristas, liberales, progresistas y anti-autoritarios.

A diferencia de otros muchos conflictos en América, la segunda República costarricense no buscó aniquilar la herencia del pasado e institucionalizó algunos de sus ideales.

Sin embargo la principal reforma implementada por el nuevo gobierno costarricense de entonces fue la abolición del ejército, situación impensable para cualquier otro país centroamericano. Para los costarricenses de entonces, eliminar todas las fuerzas armadas del país tenía por objeto destinar los recursos económicos al mejoramiento del país. Ahora bien, no está por demás destacar la singularidad. Es decir, la peculiar situación que diferencia a Costa Rica sustancialmente de sus vecinos.

Bien dice el liberal turco Acemmoglu en su best seller sobre el fracaso de los países, que las zonas más ricas de Iberoamérica en tiempos del virreinato ahora constituyen puntos de conflicto, desigualdad y miseria, mientras que aquellas que en su momento fueron despreciadas por los explotadores de entonces, han corrido mejor suerte. Podemos decir que el argumento de estos liberales pro mercado resulta simplista pero no está totalmente desprovisto de veracidad. Chile, que había sido abandonado a su suerte por los españoles, se ha desarrollado mucho más que Bolivia, que en su momento fue la joya de la corona. El norte de México, tradicionalmente poco explorado o explotado, eso es mucho más productivo que la anteriormente próspera Chiapas.

En el caso concreto de Costa Rica, el país no fue de mucho interés para las potencias de entonces, lo cual permitió que hubiese menos injerencias extranjeras e inestabilidad que en Guatemala o Nicaragua.

Países sin ejército y desarrollo humano

Según la OCDE y otros organismos internacionales, Costa Rica tiene un nivel de desarrollo humano más elevado al de sus vecinos centroamericanos. Algunos articulistas atribuyen este desarrollo a la abolición del ejército en el sentido de que al no tener que invertir en las fuerzas armadas, los costarricenses pueden invertir más en otros rubros como la educación o la infraestructura en general.

Sin embargo, la buena vida en Costa Rica no necesariamente se debe a la inexistencia de un ejército. Mucho antes de que este fuese abolido, viajeros franceses e ingleses describían al país como un sitio estable y tranquilo. No obstante, el hecho de que Costa Rica no haya sufrido invasiones o guerras como buena parte de los países iberoamericanos no debe atribuirse a un pacifismo innato en los ticos o al mito de la Costa Rica blanca.

Insisto nuevamente: el éxito de Costa Rica reside en la poca importancia que las grandes potencias han dado a su territorio, lo cual ha permitido a los ticos vivir en paz, sin interferencias e intrigas extranjeras. Tn es así que ni los propios costarricenses pudieron promover ante las potencias extranjeras la idea de un canal interoceánico. Para tal efecto, era la zona de Nicaragua la que interesaba a los extranjeros porque Colombia era un hueso duro de roer. De hecho, no fue hasta inicios del Siglo XX cuando el federalismo había debilitado suficientemente a esa gran nación como para que Panamá pudiese pasar a manos de Estados Unidos. Incluso en la actualidad, El Salvador y Honduras tienen mas importancia geopolítica. Abolir ejércitos bajo tal situación, no habría beneficiado o esos pueblos.

La abolición del Ejército en Haití

Algunos autores, sobre todo del Siglo XIX, consideran que los estándares de la religión y cultura africanas replican ciertos aspectos poco constructivos en las sociedades dominadas por afrodescendientes, que a su vez fomentan la inestabilidad y el subdesarrollo. Sin embargo, el hecho de que en Guadalupe o Santa Lucía, islas francesas habitadas por afrodescendientes no hayan corrido con tan mala suerte, sugiere que hay algo más que una simple “tara” cultural.

En efecto, parte de la desgracia de Haití reside preponderantemente en la tremenda importancia geopolítica de un territorio que siempre ha sido disputado y cuyos yacimientos de iridio son en si mismos un mal presagio.

Al analizar la naturaleza de las guerras, invasiones y conflictos iberoamericanos, resulta evidente que las intrigas de Estados Unidos, Gran Bretaña y otras potencias han sido cruciales. Sin la injerencia de esos países, las naciones iberoamericanas se habrían independizado pacíficamente de España sin caer en una lucha de facciones inspirada por ideales extraños: liberalismo, republicanismo, etc.

La abolición del ejército no funciona en todos lados

Si de por sí con ejércitos estamos en un estado de indefensión, mucho peor sería la situación de México, de Honduras o Nicaragua si careciéramos de fuerzas armadas regulares, pues de cualquier manera estarían presentes los “ejércitos” privados del narco. En el Siglo XIX, este lugar era ocupado por las partidas de apaches o comanches armadas desde Estados Unidos y las bandas de gavilleros al servicio de los caciques como Juan Alvarez, que igualmente nos sumieron en la anarquía.

Ahora bien, hay que decir que a pesar de la retórica legalista que presenta a la Fuerza Pública de Costa Rica como una policía civil dedicada al cumplimiento de tareas sencillas, este cuerpo armado tiene mejor capacitación y en muchos casos está mejor equipado que muchos ejércitos regulares. Tan es así, que algunos críticos liberales en ese país han señalado que la Fuerza Pública de Costa Rica es un verdadero ejército, aunque se le defina de otra forma.

Para fines comparativos, la Fuerza Pública de Costa Rica podría repeler una invasión con más éxito que algunos de sus vecinos centroamericanos.

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