Hace poco mas de veinte años que el Partido Demócrata Mexicano perdió su registro al negarse a reconocer a Carlos Salinas de Gortari en 1988.
Considerado como el último partido nacionalista del país (sinarquista, en este caso), el PDM fue precedido por el Partido Nacionalista Mexicano de Hugo Salinas Prince y el Partido de la Mexicanidad de Rodolfo Nieva López, cuyos fundadores quedaron inmortalizados por sus aportaciones, a pesar de la represión de que fueron objeto.
Hoy nos planteamos nuevamente la misma pregunta. ¿Habrá un partido nacionalista? En primer lugar, registrar un partido político a nivel nacional, siguiendo todos los requisitos económicos y burocráticos que establece nuestro sistema electoral, representa un esfuerzo económico multimillonario, que solo está al alcance de los multimillonarios, los sindicatos y los mismos políticos.
De modo que en vez de quebrarnos la cabeza para idear la manera de franquear las limitaciones económicas que ahora nos impiden registrar un partido propio, los nacionalistas debemos luchar para que se establezca un modelo electoral abierto a todas las organizaciones representativas de la sociedad, ya que la salvación de la patria no es tarea de un partido ni de una sola persona.
Si bien nosotros combatimos contra una “democracia”, se trata de una “democracia” que solo lo es de nombre, pues no puede considerarse “democrático” a un sistema donde la única “participación” del ciudadano en la vida política del país y de su comunidad, consiste en tachar una boleta cada cierto tiempo para elegir “representantes populares” que ni siquiera están obligados a respetar la voluntad ni a seguir la ideología del pueblo que supuestamente les votó.
Además, los partidos políticos se han convertido en madrigueras de “buscachambas” que participan en ellos con el fin de obtener un puesto burocrático, participando en un teatro bien armado, donde todos simulan competir entre si cuando de hecho trabajan en equipo en aras de que nada cambie, pues cualquier cambio político limitaría su acceso al dinero público y a sus privilegios personales.
Creemos en un sistema electoral abierto, donde se reconozca como partido político a aquellas organizaciones que hayan obtenido un resultado electoral positivo en unas elecciones abiertas donde hayan participado todos los grupos de ciudadanos que así lo desearan, sin importar si antes aportaron firmas, si realizaron asambleas o registraron previamente “asociaciones civiles”.
Lejos de promover dictaduras de partido, los nacionalistas pretendemos rescatar los conceptos de calpulli y sociocracia, pues es a nivel municipal donde pueden surgir verdaderos núcleos de autogobierno. Queremos un sistema electoral enmarcado en la tecnología, los círculos ciudadanos y la guía de un ideal nacional.
Un partido nacionalista bien puede ser un instrumento al servicio de la nación, pero no bajo las actuales reglas democráticas, que facilitan la entrada de “vivales” al mismo, con el fin de quedarse con los presupuestos públicos e imponer agendas partidistas.
Abandonar las tareas concientizadoras del nacionalismo para construir un partido mas al servicio del sistema, nos dejaría un sitio en la historia semejante al de Cuauhtémoc Cárdenas, que desistió de convertirse en presidente para convertirse en el dirigente de su propio partido, su propia franquicia.
La salvación de la patria, la salud común del pueblo y el restablecimiento de la grandeza mexicana será obra de seres humanos, no de una mayoría inerte de votantes despersonalizados.