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La reforma política del Estado de México, un paso adelante.

Hemos dicho muchas veces que el fin esencial del movimiento nacionalista es construir un proyecto nacional verdaderamente mexicano y adaptado a nuestra idiosincrasia y circunstancias particulares lo cual nos ha sido negado a lo largo de nuestra historia.

Se ha señalado también que cualquier reforma dentro de lo que ahora existe no es sino un mero parche que en buena medida representa la negación de un problema real ante una clase política que se niega a cavar hasta la raíz.

Pero aún así, el senador Higinio Martínez ha presentado una reforma indispensable para el Estado de México, qué plantea entre otras cosas la creación del municipio de Ciudad Azteca, desmembrando sea si el actual territorio de Ecatepec

Si bien el movimiento nacionalista plantea un rediseño mucho más profundo de la división política de nuestro país, la creación del nuevo municipio en Ciudad Azteca debe contar con un respaldo crítico.

Crear dos entidades, una necesidad real

Cuando decimos que se necesita una nueva división política establecida conforme a identidades culturales y fronteras naturales, bien podemos agregar en el caso mexiquense el problema democráfico y urbano.

Bajo tal premisa, la reforma mínima necesaria implica la creación de dos entidades federativas en el actual territorio del Estado de México, donde Ecatepec se uniría a las zonas urbanas de Ixtapaluca, Chalco y el resto de la zona oriente para conformar la primera.

Paralelamente, con capital en Toluca habria una segunda entidad que incluiría también las zonas conurbadas de Cuautitlán, Tultitlán y aquellas ubicadas directamente al norte de la capital.

Una ventana hacia la reforma política

Está reforma se acompaña de otra propuesta qué busca reducir el número de síndicos y regidores en los 125 municipios del Estado de México.

En efecto, las regidurías no solo son una carga inaceptable para el erario público sino también un coto de poder para mafias políticas al estilo de Antorcha Campesina y otras muchas organizaciones parasitarias que han crecido al Amparo del poder político mexiquense.

Esto debe ser también un ejemplo para otros estados del país donde tenemos demasiados municipios, cuya existencia real sólo ha servido para perpetuar los cacicazgos y dinastías locales cuyas familias que se han servido de las administraciones durante generaciones.

Además, se presenta también la oportunidad para cuestionar de lleno a la democracia representativa, que no es otra cosa sino la destrucción total de la soberanía popular, usurpada por los políticos del régimen.

Urge entonces levantar la bandera de una democracia orgánica y participativa, totalmente distinta de todo aquello que es occidental moderno y liberal. Una donde prevalezca la voluntad general y no los intereses de minorías sexuales o políticas.

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